sábado, 10 de julio de 2010

...Masquerade...

13 de Diciembre de 1792


Me enjuague la cara, y sequé mis lágrimas, guardé la navaja bajo mi falda y me acerqué un río a lavarme y ponerme presentable. Despues de escapar de las autoridades y despues de haberme metido en un oscuro pantano embarrado, no es que estuviese muy elegante... Asique me arreglé y saqué de mi mochila el sedoso vestido que mi madre había hecho para mí antes de morir, y me decidí a entrar al edificio donde lujuriosos cuerpos danzaban enmascarados siguiendo el ritmo de la lúgubre musica...


Mi misión era vengarme. El anfitrión de esa fiesta había ordenado matar a mi familia, sólo porque vivíamos en una cabaña situada, en lo que el decía que eran sus terrenos...


Yo conseguí escapar. Mi venganza comenzó por asesinar a los que se habían encargado del trabajo sucio, pero ahora tenía que matar a quién había ordenado semejantes asesinatos, tenía que matar al Conde de Rutherfehir. No sabía quién era, ni siquiera sabía como era su cara, aunque en un baile de disfraces no conseguiría versela, pero supe que en cuanto viera su cuerpo danzar o escuchase su risa, sabría que era él.


Entré al castillo sin problemas, cuando tienes una cara bonita y eres joven, ningún asqueroso y depravado guardia te niega la entrada.


Me infiltré entre la muchedumbre que reian, bailaba, cantaba y bebía como si ese día fuera el último día de sus vidas. Un hombre quiso bailar conmigo, pero logré empujarle y se fue, sin más, a atacar a la que sería su nueva víctima.


Por fín, en el fondo de la sala, ví sentado a un hombre, más bien, a un joven, y supe que él era el anfitrión, que él era el Conde de Rutherfehir.


Quise correr hacia él y clavarle mi navaja en el cuello y poder así acabar con todo, pero me contuve y pensé un plan.


La voces y canturreos de todos aquellos invitados me ponían enferma, tuve ganas de gritar, ¿ porqué eran tan felices? ¿Quizás porque también eran ricos y despiadados?


Bailé para disimular, y llegué hasta el conde, le invité a bailar pero sus guardas no lo permitieron y me apartaron de él, pero El conde, como es digno de un depravado, se acercó a mí ante el asombro de los invitados y los guardias, entonces comenzamos a bailar.


Era alto, fuerte, y rubio. Me apretó con fuerza cuando la música fue en crescendo y bailamos más rápido. A través de los agujeros de la máscara que portaba, ví sus ojos, verdes como la hierba, y su mirada me resultó muy familiar. A pesar de ello quise estrangularle allí mismo, pero aún tenía que esperar.


Cuando el baile terminó me invitó a charlar con él, era asombroso que con tanta facilidad hubiera conseguido captar su atención. Cortés y educadamente me propuso enseñarme los jardines de su palacio, y asentí.


Enormes y preciosos jardines donde las desmesuradas fuentes emanaban eterna agua y las flores brotaban de cada rincón con la más asombrosa belleza.


- Y...¿puedo saber cuál es el nombre de la bella mujer que me acompaña? - preguntó intentando quitarme la máscara.


-Darla- mentí -me llamo Darla - repetí apartandome y colocándome bien la mascara apresuradamente.


- Un precioso nombre. ¿ Porqué no me dejas ver tu rostro? - insistió.


- Antes dejeme ver el suyo - Susurré con ira y timidez.


El conde rió, dejando al descubierto sus blancos dientes como perlas.


- Está bien, haremos una cosa, nos las quitaremos a la vez, tú me la quitarás a mí y yo a tí, ¿te parece buena idea? - Dijo sonriendo y mirandome fijamente a los ojos.


Quise que su estúpido juego de seducción terminase, pero si quería llevar a cabo mi plan, debía hacer todo lo que me pidiese, asíque asentí y forcé una cínica sonrísa.


-Uno, dos, tres - me susurró al oído con su maldita y dulce voz.


Acercó sus frías manos a mi cara y me quitó la máscara a la vez que yo intentaba despojarle a él de la suya y al hacerlo no pude evitar preguntarle al destino ¿Porqué? y mi corazón quedó destrozado y lleno de interrogantes....


-¿Cristopher? - musité mirando su cara con incredulidad...





Continuará....


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